S'acaben de publicar les actes del darrer congrés de novel·la negra de Salamanca, Historia, Memória y Sociedad en el género negro. A dins hi ha el meu article sobre la novel·lística de l'Agustí Vehí. Ara que estam immersos preparant la ponència d'enguany (serà sobre novel·la negra i transició), us deixo aquest article com a homenatge a aquest home bo.
LA
NOVELA NEGRA COMO FUENTE PARA LA HISTORIA, EL CASO AGUSTÍ VEHÍ
Sebastià BENNASSAR LLOBERA
(Universitat Pompeu Fabra)
1.LA
NOVELA NEGRA COMO FUENTE PARA LA HISTORIA
El 21 de octubre de 1967 hacía más calor de lo
habitual para la época en Washington. Más de cien mil personas se manifestaron
en la capital de los Estados Unidos para pedir el fin de la Guerra de Vietnam. Entre esos
manifestantes se encontraba el escritor Norman Mailer, invitado por la
organización junto con otros intelectuales con un objetivo muy claro: tenían
que hacerse detener para que sus detenciones diesen visibilidad al movimiento. Mailer ganó el premio Pulitzer de novela
con Los ejércitos de la noche. El
libro llevaba un subtítulo muy indicador: “La historia como novela, la novela como
historia” y se publicó en 1968. Desde la portada Norman Mailer ya planteaba las
complejas relaciones entre realidad y ficción y las nuevas formas de hacer
historia.[1]
La
novela, tanto como las otras formas de arte, refleja muy a menudo los cambios
que se producen en una determinada época,[2] porque
como género literario también ella es fruto y testigo de los cambios del tiempo.
Y si dentro del género novelístico hay una corriente que se caracteriza por
querer ser la gran novela social de su tiempo y reflejar la época que retrata,
ésta es la novela negra. Por tanto constituye un material especialmente
indicado como fuente a tener en cuenta para buscar otros enfoques i
perspectivas que salgan de las historias al uso. Es decir, a través de la
novela negra podemos reconstruir algunos de los períodos históricos más
interesantes (especialmente desde una perspectiva social) y a la vez nos
podemos adentrar en la historia de la producción cultural que permite el
surgimiento y la escritura de estas obras.
Como explica Farreras (1988:58)
Hoy en día, incluso en los medios
más reaccionarios universitarios se admite la necesidad de estudiar
“socialmente” la literatura. Se admite, aunque no sea de buen grado, que la
“historia”, que las “circunstancias”, tienen que ser tenidas en cuenta porque
al fin y al cabo la obra es histórica, tiene un tiempo y un espacio; lo que ya
no se admite tan fácilmente es que la obra literaria no sólo es histórica sino
también social, que no sólo tiene un espacio y un tiempo, que se pueden delimitar
y estudiar, sino que es un producto social, por la sociedad producido.
Es a partir de esta
creencia que adoptamos la novela negra como una de las fuentes posibles para la
historia. La estrecha relación que
tienen la literatura y otras disciplinas sociales muestran que esta es una
relación similar a la que tienen la historia y otras ciencias sociales. De
hecho, a lo largo del siglo XX la influencia del resto de ciencias sociales ha
sido una constante en el desarrollo de la historia, empezando por la filosofía
y acabando por la lingüística, sin dejar de lado de forma muy especial sus
relaciones con la politología, la geografía, el periodismo, la antropología y
la sociología. El diálogo interdisciplinar es lo que proponemos, en este caso
con la literatura en general y con la novela negra en particular, como fruto y
testimonio de su tiempo y como herramienta especialmente válida en la historia
contemporánea. Según Colmenares (1997: 78-79)
Las fuentes adquieren una
significación sólo respecto a una teoría y no constituyen piezas reveladoras
por si mismas o eslabones en un encadenamiento narrativo. Eso ha comportado dos
consecuencias: una, la ampliación del rango de fuentes aprovechables; la otra,
la alteración de la escritura de la historia, que en lugar de una coherencia
narrativa exige ahora una coherencia analítica.
Tal
vez el ejemplo absolutamente coetáneo de lo que apunta Colmenares sea la muy
interesante introducción al libro Contra
Companys, 1936, editado por el catedrático emérito de la Pompeu Fabra Enric
Ucelay-Da Cal y por el profesor de la Universitat Autónoma de Barcelona, Arnau
González Vilalta. Su texto “Misterios catalanes: la animadversión nacionalista
ante Companys y su evolución en el tiempo” es un juego muy interesante con la
tradición de la novela negra (en realidad con la policíaca) y de sus esquemas
para intentar clarificar por qué hubo un complot (abortado) de los
nacionalistas radicales de Estat Català i Nosaltres Sols y hasta qué punto el
robo de lingotes de oro y platino, la presencia de una rubia explosiva que
acabó siendo la mujer del presidente de la Generalitat y que antes había pasado
por los brazos (y otras partes anatómicas) de buena parte del nacionalismo
radical, empezando por el malogrado Miquel Badia, y la de un vagón de armas en
Francia para contrarestar el poder de la CNT-FAI, elementos propios todos ellos
de una novela negra o de espionaje, se han convertido en una fuente clave para
explicar uno de los episodios más oscuros de la Guerra Civil en Cataluña.
El reconocimiento
de la novela negra como fuente para la historia ha llegado también de manos de
otro de los historiadores importantes cuando Joseph Fontana asegura sobre Leonardo
Sciasia que: “es capaz de elevar el relato de un crimen a página de historia”
(Fontana, 1992:20). O como dirá Vázquez Montalbán (1989: 57):
La novela negra americana, basada
en hechos criminales, se ha injertado en la cultura literaria en general,
creando posibilidades de discurso realista, de crónica, de novelas de
conocimiento de lo real, de lo histórico, y por tanto se autolegitima
literariamente.
Además, si
aceptamos el periodismo como una de las fuentes válidas para el historiador a
pesar de su contaminación y si usamos los materiales literarios de no ficción
también sin problemas –y recordemos que por ejemplo Winston Churchill ganó el
premio Nobel de Literatura por sus memorias-, tendremos que concluir que las
novelas negras pueden ser también una buena fuente para el estudio de la
historia. El recurso a fuentes históricas y literarias como recurso ha sido
explotado con éxito por Philippe Ariès o por Simon Schama o por la propuesta
clásica de Johan Huizinga.[3] Se
trata de unas técnicas que adoptaron un punto más avanzado con la influencia
del llamado giro narrativo en la historia, una narrativa que accede al rigor de
la exposición histórica a través del desarrollo de una estructura coherente del
relato y que se ha saldado con algunos trabajos como los de Ginzburg o Natalie
Davies, que lo que querían era estudiar una época a través de un personaje
singular, como pasa muy a menudo con la novela negra, cuando a través de los
ojos del protagonista podemos captar la época, los escenarios y las relaciones
sociales en las que se tiene que mover. Si observamos el momento en que se adopta este
giro narrativo –desde mediados de los 70- y posteriormente el giro cultural,
comprobaremos que lo que se hacía era aplicar a la historia los nuevos modelos
que habían entrado en la novela unos años antes desde que Truman Capote con A Sangre fría (definida como novela de
no ficción o novela documento) en 1966, Norman Mailer con Los ejércitos de la noche (1968), o las obras de Tom Wolfe, Hunter
S. Thompson y el precedente de Rodolfo Walsh en Argentina inaugurasen lo que
posteriormente se ha conocido como nuevo periodismo y que ha generado numerosos
debates alrededor del proceso de realidad y ficción, bien presente en la novela
negra contemporánea.
2-EL GIRO HISTÓRICO EN LA NOVELA NEGRA CATALANA
La novela negra catalana, con una tradición de
casi sesenta años y un corpus de producción superior a las 400 obras, ha
experimentado una corriente interna en los últimos diez años: la de las novelas
negras ambientadas en épocas pasadas de la historia contemporánea. Estas obras,
además, han obtenido un notable éxito de crítica y público como testimonian La mala mujer, de Marc Pastor (centrada
en 1912 alrededor de la figura de Enriqueta Martí, la llamada vampiro del
carrer Ponent); Forasters, de Rafa
Vallbona (ambientada en los años del pistolerismo en Barcelona); Emulsió de ferro, de Sebastià Jovanni (tal
vez la mejor crónica sobre la transición casi sin abandonar el barcelonés
barrio de Gràcia) o la monumental Cabaret
Pompeya, de Andreu Martín, posiblemente su obra más ambiciosa y compleja,
un gran recorrido por el siglo XX catalán.[4]
El
interés de estos autores por la historia no es flor de un día: en los últimos
diez años en Cataluña ha habido un rebrote muy importante del interés por el
pasado desde ámbitos generalistas, como demuestra el éxito de la revista
Sápiens o de la colección H de Ara Llibres. Esto se une a uno de los nuevos
giros narrativos en la historia: el de la historia cultural que Aurell (2009:
183) define muy bien:
La nueva historia cultural rechaza
el reduccionsimo del historicismo clásico y de la historia económica, abandona
el sueño de la objetividad, reconoce el papel fundamental de la imaginación en
la reconstrucción histórica y, dejando de lado anticuadas aspiraciones
ingenuamente totalizadoras opta por la vida intermedia de la ciencia social
interpretativa, tal como han diagnosticado y postulado Clifford Geertz i
Charles Taylor. La comprensión prima sobre la explicación, la narración sobre
la estructura y la hermenéutica sobre el análisis causal en el acceso al
conocimiento del pasado. A pesar de todo, la nueva historia cultural también
parece que tiene aspiraciones a la historia total, como no podría ser de otra
manera en una corriente que pretende ser hegemónica. El enfoque cultural
proporciona al historiador una multiplicidad de puntos de vista que aumentan su
credibilidad. Aunque en esta misma potencialidad puede haber su debilidad.
Así
pues, esta búsqueda de la narratividad, vuelve a entroncar de lleno con buena
parte del trabajo del novelista de novela negra, especialmente en los que la
combinan con la historia. Además, esta tendencia a combinar el género negro y
el histórico ha correspondido con un incremento importante del interés por
nuestra memoria histórica en los últimos años, impregnando no sólo la vida
universitaria sino también la política e incluso la judicial. La lectura de
estas novelas negras en catalán –por cierto, convendría recordar la necesidad
de su traducción al castellano y las ayudas existentes para ello, que demasiado
a menudo no aprovechan las editoriales españolas como si se intentase perpetuar
la ley del silencio contra la pluralidad cultural de España promovida
sistemáticamente por un centralismo que actúa por sistema en contra del
artículo 3 de la constitución española- permite pasear prácticamente por todo
el siglo XX en la tierras de habla catalana y por tanto por hechos indisolubles
de la historia contemporánea española en tanto que los hechos acontecidos en
Cataluña, la Franja d’Aragó, el País Valencià y las Illes Balears han sido
fundamentales también en la historia reciente española y han tenido a menudo su
reflejo en las decisiones tomadas en Madrid en relación a los mismos: desde la
Semana Trágica de 1909 hasta el presente más inmediato de los desastres
urbanísticos en la Valencia de Ferran Torrent o la implicación del nazismo en
el caso de Ombres en la nit sin olvidar la balearización y el estigma del
turismo en Mallorca; desde las colectivizaciones agrarias en el Aragón
catalana-hablante durante la Guerra Civil; el traslado de los Gobiernos
republicanos primero a Valencia y luego a Barcelona; el pistolerismo anarquista
y el patronal; el desarrollismo de los sesenta; la represión franquista o la
batalla de Valencia en la durísima transición española además del surgimiento
de personajes tan siniestros como el banquero Joan March en Mallorca; por poner
sólo unos ejemplos que han tenido repercusión directa e inmediata en la
historia hispana.
Eso quiere decir que entre el corpus
de las novelas policíacas de pre-guerra i las negras desde Tasis en adelante y
sobretodo gracias a estas obras que buscan la recreación històrica, tenemos una
fuente de primer orden para la historia de Catalunya, el País Valencià, Balears
y Catalunya Nord. Pero ¿es esta una característica de las novelas escritas en
catalán? Por supuesto que no. La novela negra catalana hay que inscribirla por
fuerza en la novela mediterránea, donde el gusto por la historia es una característica
constante. Es decir, la novela negra en catalán sólo hace lo mismo que las
literaturas de género de los países que nos rodean tocados por el Mediterráneo
y en las que necesariamente se inscriben las novelas negras escritas en
castellano: intentar explicarnos.
3-EL CASO AGUSTÍ VEHÍ
¿Cuál es el papel que ocupa el escritor Agustí
Vehí y sus cuatro novelas negras (hasta el momento) en este conjunto de
propuestas? Agustí Vehí (Figueres, 1958) se ha convertido a mi entender en el
escritor de novela negra más interesante del último lustro gracias a una
propuesta en la que la historia ocupa un papel fundamental en su obra. Este policía
local, doctor en historia medieval y profesor de historia de la seguridad
pública en la academia de los Mossos de Esquadra se dio a conocer el 2009 con Abans del silenci, cuando ganó el premio
Ferran Canyameres.
La novela, publicada por Pagès Editors,
nos describe la persecución implacable de un policía de la república que
investiga los asesinatos de muchachas que se prostituyen a cambio de comida
mientras se produce la retirada del ejército republicano hacia la frontera
francesa. Figueres, una de las últimas ciudades en caer –y durísimamente
bombardeada en 1939 por las tropas franquistas- es el escenario final de esta
novela que previamente nos ha situado en la Barcelona casi vencida y en una
Girona que tardará mucho tiempo en convertirse en la ciudad que es hoy en día.
Vehí construye un personaje que se mantiene fiel a la República hasta el último
momento, Joaquim Santgenís, en el que se encarna la resignación a la honestidad
y al cumplimiento de la obligación debida. Es en este contexto en el que Vehí
plantea el debate entre fidelidad, subsistencia y honor, además del rigor
histórico que todo libro como éste debe mantener.
En
su segunda novela, Ginesta pels morts,
a mi entender la mejor de las de su producción hasta el momento, la historia
aparece en un doble plano: como presencia histórica constante –los búnquers del
Empordà levantados por un franquismo obsesionado por la invasión foránea en la
segunda Guerra Mundial, hecho que finalmente se produjo con la invasión de la
Vall de Arán por parte de los maquis en el 1944 y esa pequeña guerra que se
mantuvo en el interior de España por los hombres que se echaron al monte en
zonas de Extremadura, León, Pirineos, Catalunya, Andalucía, Galicia y Teruel
principalmente y que se refleja por ejemplo en la poesía de Gabriel Ferrater- y
como historia coetánea, cuando narra el cambio que supone la introducción y
despliegue de la policía autonómica en Cataluña y los cambios que comportó en
el territorio, además de una cierta historia europea presente en cada una de
las vidas de las víctimas de la novela.
Si digo que hasta ahora es la mejor
novela de la producción de Vehí quizá haya que matizarlo: es la que más me ha
interesado, y ello se debe al segundo gran acierto del libro: la construcción
de la empordaneïtat. Vehí es un hombre del Empordá y convierte su novela en un
tratado de arraigo al pedazo de tierra más literario y universal, precisamente
por local, de Cataluña (después de Barcelona) uniéndose así a una pléyade de
escritores entre los que encontramos ni más ni menos que nombres como los de
Salvador Dalí, Carles Fages de Climent, Abdó Terrades, Puig i Ferrater, Josep
Pla o Vicenç Pagès Jordà, entre muchos otros, que desde el siglo XIX y hasta el
presente coetáno han escrito de uno de los territorios más singulares de
Cataluña. El hecho que Agustí Vehí sitúe sus novelas en el Empordà también será
clave para su uso como fuente para la historia, como mínimo para la historia
cultural de la Cataluña coetánea puesto que nos demuestra hasta qué punto la
vida fuera de las grandes ciudades está tomando importancia y cómo eso se
refleja en la novela negra, un hecho que había pasado muy pocas veces hasta
hace una década y que se corresponde a un periodo de abandono de la ciudad por
parte de muchos ciudadanos pero también a una extensión y generalización de la
violencia en todo el territorio que hace que ya no sea inverosímil la
investigación de asesinatos fuera de la gran ciudad. En este sentido, Vehí no
hace nada más que circunscribirse de lleno en una novela negra europea donde de
cada vez más el escenario rural se convierte en un espacio primordial para el
desarrollo de las tramas.
Su
tercer trabajo es Quan la nit mata el día,
ambientada en Figueres en 1958, con la investigación del asesinato del delegado
de Falange como tema para desarrollar la acción de una novela que quiere ser –y
lo consigue- la gran descripción de la postguerra en las ciudades medias
catalanas, es decir, en la forma de organización social más importante de
Catalunya (hay que pensar que el peso demográfico principal lo ostenta
Barcelona, pero que la ley de Hondt ha atorgado un gran peso político a las
ciudades medias y pequeñas). La acción transcurre en una Figueres que se va
rehaciendo económicamente, pero mucho menos desde el resto de puntos de vista,
veinte años después de la victoria franquista. Y esa Figueres podría ser
perfectamente Vic, Manresa, Reus, Balaguer, Lleida, Girona, Tarragona, Berga,
cualquier ciudad catalana. Esa novela es tal vez una de las mejores fuentes
posibles para establecer la historia social de la postguerra.
En
cuanto a su última obra, Torn de nit,
podríamos enmarcarla en el cuadro de costumbres de la policía democrática y su
función histórica la debemos encontrar como producto cultural: es el segundo
número de Crims.cat, la colección que toma el relevo a la mítica La cua de palla y La Negra de La Magrana. Por tanto, para los investigadores de la
historia del futuro será una fuente primaria para explicar qué hizo posible que
la novela negra en catalán en 2012 viese el nacimiento de una nueva colección
de novela negra que no es nada más que la confirmación de la consolidación del
género después de la crisis vivida entre 1996 y 2004. La eclosión de grandes
autores en los últimos diez años, entre los que Agustí Vehí tiene que estar en
letras de molde será una de las posibles explicaciones para los historiadores
culturales que, en materia de género negro, aún tienen mucho campo para
recorrer.
BIBLIOGRAFÍA
COLMENARES, Germán (1997): Ensayos sobre historiografía, T.M, Bogotá.
FARRERAS, Juan Ignacio (1988): Fundamentos de sociología de la literatura,
Círculo Universidad, Barcelona.
FONTANA, Josep (1992): La història després de la fi de la història, Eumo Editorial, Vic.
VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel (1989): “Sobre la
inexistencia de la novela policiaca en España”, en PAREDES NÚÑEZ, La novela policiaca española,
Universidad de Granada, Granada, 1989.
[1] En este sentido, el periodista, escritor y
crítico literario David Castillo valora la obra de Norman Mailer de la
siguiente manera: “una obra opulenta y salvaje, entre el testimonio y la
ficción, con novelas sobre la realidad en el núcleo de la conciencia colectiva”,
CASTILLO, David, “Circe publica l’autobiografia de Norris Church Mailer, dona
de Norman Mailer, amb qui va compartir 33 anys de la seva vida”, a Avui, 10 de juliol de 2011.
[2] Un ejemplo bien claro de las uniones entre la
historia y su reflejo en la producción artística es el que se aporta en BLOM,
Philip, Años de vértigo, cultura y cambio
en Occidente, 1900-1914, Anagrama, Barcelona, 2010.
[3] ARIÈS, Philippe, El hombre ante la muerte, Taurus, Madrid, 1987; SCHAMA, Simon, Los ojos de Rembrandt, Plaza y Janés,
Barcelona, 2002; HUIZINGA, Johan, El otoño de la edad media, Alianza, Madrid, 1978
[4] Una aproximación a las novelas negras históricas
de los últimos diez años se puede encontrar en BENNASAR, Sebastià, Pot semblar un accident. La novel·la negra i
la transformació dels Països Catalans 1999-2010, Meteora, Barcelona, 2011,
pp 209-240. Este libro complementa la lista del corpus de novelas negras
inventariado por MARTÍN ESCRIBÀ y PIQUER BERTRAN, Negra i catalana, Documenta Balear, Palma, 2006.
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